LAS EMOCIONES Y EL CUERPO

(Japón, al rededor del siglo trece.) «El convento de Tokeiji tenía un gran espejo. La abadesa fundadora, Kakuzan Shido, se sentaba a meditar delante de él con el fin de: ‘ contemplar su propia naturaleza.’ Las generaciones posteriores de monjas empezaron a practicar zazen (meditación) también frente al espejo, concentrándose en la pregunta: ‘¿dónde está la emoción, el pensamiento, el sentimiento en la imagen reflejada que contemplo?’ Cada abadesa de Tokeiji escribió un verso en respuesta a la práctica del espejo. Los siguientes versos los escribió la princesa Yodo, quinta abadesa del convento: ‘Corazón sin nubes, corazón nublado; ergido o caído, es siempre el mismo cuerpo.’ Siglos después, Zenju Earthlyn Manuel reflexiona: Si estamos dispuestos a observar el tiempo suficiente la imagen del espejo de zazen, más allá de vernos a nosotros mismos como objetos, tenemos la posibilidad de ver que somos la misma naturaleza (…) No soy ni viejo ni joven, soy completo en mi propio espíritu.[1]

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En el zendo de Amsterdam llevamos cuatro semanas hablando y meditando sobre lo mismo. Las emociones, las sensaciones, lo que sentimos cuando sentimos una emoción y dónde la sentimos. En que parte del cuerpo.

La idea detrás de este ejercicio es que prestando suficiente atención a lo que el cuerpo experimenta en un momento preciso, es posible procesar rápidamente una determinada emoción y evitar que se anquilose en nuestra mente. Riens Ritskes dice: “En la actualidad existen comunidades enteras de personas que viven completamente desconectadas de su cuerpo. Siguen el mundo de sus ideas, aquello que tienen en su mente les pierde y se sumergen en sus objetivos y en sus dramas mientras que permanecen desligados de cualquier sentido de la realidad.”

¿Cómo sentimos la realidad?

Yo no siento la realidad. Siento mi realidad en mi propio cuerpo. Cada emoción conlleva una sensación corpórea diferente y el ejercicio que Arthur nos propone es el de ejercitar nuestra habilidad para identificar las emociones a través de lo que el cuerpo experimenta. Para mi, este ejercicio significa poder empezar a llamar ciertas cosas por su verdadero nombre. Estoy experimentando el mismo despertar que cuando descubrí mi ego dolorido.

Cuando me siento sacudida por un revés, por medio de este ejercicio puedo poner el dedo en la yaga. No he llegado a comprender muchas emociones hasta ahora porque uno lo tiene que experimentar en el propio cuerpo, no vale con entender las palabras.

[1] Traducción libre del libro: Florence Caplow and Susan Moon (Editors). The Hidden Lamp: Stories from Twenty-Five Centuries of Awakened Women (Wisdom Publications, 2013).

¿Qué quiero?

«Las obras maestras no son nacimientos únicos y solitarios; son el resultado de muchos años de pensar en común, del pensamiento del cuerpo colectivo de las personas, por lo que la experiencia de la masa está detrás de la voz única.”  Virginia Woolf

Sentir está íntimamente relacionado con desear. A esta conclusión he llegado después de mi última visita al zendo de Amsterdam. Arthur, basándose en el libro de Rients Ritskens Sentir lo que quiero sentir, nos dijo: “Cuando eliges conscientemente deshacerte de tus deseos, realizas una acción que es fuente de felicidad. Quien no desea nada, siente paz interior y es feliz.”

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Pero ¿qué es la felicidad? Pienso que para cada persona felicidad significa algo diferente. Muchos identifican la felicidad con estar contentos o alegres y piensan que cuando se divierten son felices. Y lo son. El arte está en ser también feliz cuando no te diviertes. Cuando las cosas no salen como quieres. Cuando tu vida no se parece al modelo de felicidad que la sociedad ha construido, un modelo que es dominante y constantemente difundido por todos los medios posibles. El arte está en ser feliz cuando pierdes. Ser feliz cuando mueres.

Ese es el arte que el zen intenta enseñar. Por eso Arthur nos propuso el siguiente ejercicio de disciplina, con el fin de que nos acostumbráramos a elevar nuestros niveles de resistencia al “sufrimiento”: Experimenta una situación incómoda cada día. Muy sencillo, consiste tan solo en privarte de una pequeña comodidad a la que te has acostumbrado y que hace tu vida más fácil o más placentera. Por ejemplo una ducha fría cada mañana te hace más resistente, lo mismo que caminar bajo la lluvia. Un método que tiene mucho en común con la forma de entender la vida de los estoicos[1].

CUANTO MÁS DESEAS MENOS FELIZ ERES

Recuerdo una ocasión hace muchos años, cuando mi profesor de inglés del colegio nos dijo: “No es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita”. Esta cita se me quedó grabada en la mente y eso que por aquellos días la máxima dominante era “el dinero no da la felicidad… la felicidad la compras con el dinero…” Las palabras de mi profesor se referían en aquel momento a los bienes materiales, sin embargo esa idea tiene una aplicación mucho más amplia que trasciende lo material.

Arthur nos ha pedido reflexionar sobre lo que queremos. Nuestros deseos, no necesariamente materiales. Deseos que muchas veces no son conscientes, sino que permanecen encerrados en el oscuro subconsciente y rivalizan con los otros deseos conscientes, de tal forma que resulta dificil focalizar y dirigir nuestras energias hacia el logro de nuestro deseo principal. He reflexionado sobre esto y compruebo que debo seguir reflexionando porque conscientemente sólo tengo un deseo. Es el mismo y único deseo desde hace años. Y no lo logro… ¿qué deseos ocultos en mi subconsciente están rivalizando con este único deseo consciente? Eso es lo que aún tengo que descubrir. Esto depende de mí. Aunque yo dependo de todo lo demás.

“ES UNA ILUSIÓN CREER QUE UNO ES COMPLETAMENTE INDEPENDIENTE”

Antes yo pensaba que de mi misma dependía alcanzar mis deseos. Creía que yo misma tenía el control. Es el mensaje que he recibido de mi entorno, amigos, colegas, medios de comunicación. Es un mensaje que está en el aire: “De ti depende. Debes ser independiente.”

Pero he descubierto que no es así. No depende únicamente de mi, no soy independiente. Es más, nadie lo es. Todos somos inevitablemente dependientes los unos de los otros y del universo. Arthur está de acuerdo conmigo y otros muchos maestro(a)s budistas también comparten esta opinión y experiencia. Por lo tanto, considero que hay que tomarse con una pizca de humor esa falacia que circula en la sociedad acerca de que los logros y fracasos (incluso las enfermedades) dependen en exclusiva de uno mismo, porque no es así. Yo soy responsable de mi parte y por supuesto que con mi esfuerzo  y trabajo influyo en el resultado final. Pero el éxito o fracaso de mis esfuerzos no dependen exclusivamente de mi. Supongo que ésta es una de las razones fundamentales por las que el EGO no tiene ningún sentido. Ni los fracasos ni los éxitos son de uno sólo.

[1] https://www.academia.edu/3611189/Estoicos_la_virtud_y_el_conocimiento

El Sutra del corazón HAN NYA SHIN GYO

«El arte de perder no es difícil de dominar,

Muchas cosas parecen llenas de intención de perderse,

tanto así que su pérdida no es un desastre.[1]» 

 Elizabeth Bishop

Al sutra del corazón se le considera una joya dentro del budismo. El texto resume las claves fundamentales de la filosofia del Budhadharma. Arthur nos ha enseñado a recitar el sutra del corazón antes de iniciar la meditación porque su efecto propicia un estado mental de paz, lo cual favorece la meditación.

También se nos ha explicado que al recitar un sutra estamos realizando un ejercicio de modulación de la voz y de la respiración. De lo que se trata es de aprender a controlar los tonos bajos de voz, así como a hablar y respirar desde el diafragma. Este ejercicio proporciona un equilibrio y una tranguilidad interior óptimas, te sientes muy relajada y predispuesta a meditar.

La esencia del mensaje de las palabras del sutra del corazón se puede resumir en una línea: “FORMA ES VACIO, VACIO ES FORMA”.

El Zen explica que el VACIO es el contenido de una FORMA que no contiene nada. Piensa en un vaso vacio. La función de un vaso es su vacio, porque éste se puede llenar de algo ¿Es un vaso forma o contenido? Las dos cosas.

De la misma manera las personas somos forma y contenido. La forma se refiere a nuestra formación (mental, espiritual, educación…). El vacio se refiere a nuestro potencial para llenar nuestra forma.

El Zen también explica que todo cambia, nada es permanente. Nuestras ideas sobre las cosas se pueden oxidar mientras el mundo nunca se oxida porque está en permanente cambio.

En el zendo me enseñaron a recitar siempre la versión japonesa, pero en este link http://webspace.ship.edu/cgboer/sutradelcorazon.pdf encontraréis una traducción en español estupenda.

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HAN NYA SHIN GYO

MA KA HAN NYA HA RA MI TA SHIN GYO

KAN JI ZAI BO SA GYO JIN

HAN NYA HA RA MI TA JI

SHO KEN KU ON KAI KU DO

IS SAI KU YAKU SHA RI SHI

SHIKI SOKU ZE KU KU SOKU

ZE SHIKI JU SO GYO SHIKI

YAKU BU NYO ZE SHA RI

SHI  ZE SHO HO KU SO FU

SHO FU METSU FU KU FU

JO FU ZO FU GEN ZE KO KU

CHU MU SHIKI MU JU SO

GYO SHIKI MU GEN NI BI

ZES SHIN NI MU SHIKI SHO

KO MI SOKU HO MU GEN KAI

NAI SHI MU I SHIKI KAI MU

MU MYO YAKU MU MU MYO

JIN NAI SHI MU RO SHI

YAKU MU RO SHI JIN MU KU

SHU METSU DO MU CHI

YAKU MU TOKU I MU SHO

TOK KO BO DAI SAT TA E

HAN NYA HA RA MI TA KO

SHIN MU KE GE MU KE GE

KO MU UKU FU ON RI IS SAI

TEN DO MU SO KU GYO NE

HAN SAN ZE SHO BUTSU E

HAN NYA HA RA MI TA KO

TOKU A NOKU TA RA SAM

MYAKU SAM BO DAI KO CHI

HAN NYA HA RA MI TA ZE

DAI ZIN SHU ZE DAI MYO

SHU ZE MU JO SHU ZE MU

TOTO SHU NO JO IS SAI KU

SHIN JITSU FU KO KO

SETSU HAN NYA HA RA MI

TA SHU OKU SETSU SHU

WATSU GYA TEI GYA TEI

HA RA GYA TEI HARA SO

GYA TEI BO JI SOWA KA

HAN NYA SHIN GYO

Notas

[1] Traducción libre .“The art of losing isn’t hard to master;

so many things seem filled with the intent

to be lost that their loss is no disaster”. One Art by Elizabeth Bishop.

¿QUÉ ES ZEN?

«(…) en el Zen encontramos cristalizada toda la filosofía de Oriente, pero esto no debe ser entendido como que el Zen es una filosofía en el sentido corriente del término. Decididamente el Zen no es un sistema de análisis lógico. En todo caso, es la antípoda de la lógica, y con ‘lógica’ me refiero al modo dualista de pensamiento «. [1] D.T. Suzuki[2]

Suzuki escribe en su introducción al Zen budismo que el Zen no enseña nada más que lo que sale de nuestra propia mente. El Zen sólo señala el camino para conseguir aprender algo.

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Arthur comenzó la clase con varias preguntas: ¿es Zen hablar o escribir sobre Zen?¿es Zen aprender la historia del Zen?¿es Zen encontrar una definición precisa de Zen? La respuesta a las tres preguntas es “no”. Nada de eso es Zen. Para encontrar las respuestas debemos practicar Zen.

BUSCANDO RESPUESTAS

Quedé con una conocida para tomar café y conocernos mejor, es decir lo que actualmente se denomina “networking”. El objetivo era encontrar puntos comunes que nos llevaran a ambas a ampliar nuestras posiblilidades laborales. Cuan no sería mi sorpresa al descubrir que teníamos más puntos de conexión de los que yo había imaginado. Entre ellos, la práctica de Zen.

Empaticé con ella inmediatamente, sobre todo al darme cuenta que esa mujer se encontraba en un punto de su vida que me resultaba conocido. Supe por lo que ella estaba pasando y ví claramente que donde ella estaba era de donde yo venía. Me resultó evidente que esa mujer corría el peligro de tomar las decisiones equivocadas. Vi lo que ella no podía ver y quise alertarle pero ¿cómo? Una no puede ir dando consejos gratuitos sobre la vida a la gente. Una puede mostrar el camino para que quien escuche lo descubra personalmente.

Durante nuestra larga conversación noté un cambio abismal en su actitud y estado de ánimo. Lo sentí en mi piel y en mi estómago en forma de calambres y pinchazos internos. Esas sensaciones que me alertaron del cambio mental producido en mi compañera me dejaron consternada. Según Arthur, mi maestro, lo que estaba experimentando eran sensaciones mezcladas con emoción. Ese calambre interno podía ser la energía que me estaba empujando a hacer algo por esa mujer. Algo para que la situación volviera a ser como “antes”.

¿ES ESO ZEN?

Pienso que sí y no. Por una parte en ese momento experimenté una situación de empatía y compasión que me empujaron a hacer algo de forma altruista por esa mujer (una pequeñez, le invité a comer). Por otra parte, debería saber que las cosas cambian de momento a momento y por lo tanto era imposible que la situación volviera a ser como “antes”.

Esa mujer llevaba nueve años practicando Zen. Me contó muchas cosas que yo ignoraba a cerca de viejos maestros y de rituales, entremezclando palabras difíciles de pronunciar para un occidental. Estaba claro que ella sabía mucho de Zen pero ¿hasta qué punto es eso importante? Es muy interesante y desde luego puede ayudar a entender mejor ciertos conceptos dentro del Zen pero ¿es eso Zen?

La práctica del Zen no es fácil. Cada día significa una pequeña lucha interior. Cada día es diferente, tal y como el propio D.T. Suzuki explica “ (…) todo lo que tiene vida en él es un organismo, y es debido a su propia naturaleza que este organismo nunca permanece  en el mismo estado de existencia (…)”[3] Esto es algo a lo que me estoy acostumbrando: no soy la misma de hace un rato, no soy la misma que comenzó a escribir este blog y cuando termine de hacerlo no seré la misma de ahora. Desde esta perspectiva resulta muy fácil ser flexible y adaptarse a cualquier circunstancia. No entiendo por qué desde pequeña me enseñaron a colocarme una armadura que con el paso de los años y el cambio de circunstancias no ha hecho más que dificultar mis movimientos. Hasta que la eché al desguace.

Notas

[1] Traducción libre de: «(…) we find in Zen all the philosophy of the East crystallized, but this ought not to be taken as meaning that Zen is a philosophy in the ordinary application of the term. Zen is decidedly not a system founded upon logic analysis. If anything, it is the antipode to logic, by which I mean the dualistic mode of thinking.»

[2] D.T. Suzuki, An Introduction to Zen Buddhism (New York: Grove Press, 1964)

[3] Traducción libre de: “(…)anything that has life in it is an organism, and it is in the very nature of an organism that it never remains in the same state of existence(…)”

Próxima semana:  El Sutra del corazón HAN NYA SHIN GYO

PERDIENDO EGO

 “So long as the sense of the ego’s importance has control over our being, we will never know lasting peace.”[1] Matthieu Ricard

Ego, mejor perderte que encontrarte. De todos los objetivos a los que la práctica del Zen conduce, perder ego es lo que más me cuesta. Arthur[2] nos dice que en budismo, la ausencia del ego significa tener coraje: actuar sin miedo, sin intentar prevenir dolor, y con confianza en el universo y en que todo va a salir bien. Es decir, ser una heroína. Por el contrario, una persona “egocéntrica” es aquella a quien le falta coraje: actua por miedo a sentir dolor, para prevenir situaciones que le pueden perjudicar. Es decir, ser una cobarde.

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Cuando comencé a practicar Zen, mi ego estaba dolido. Mi autoestima bajo mínimos. El nivel de confianza en mi misma y en el universo, en grado 0. Mi mente se ha estado resistiendo a la idea de “abandonar el ego” aunque la causa principal de mi sufrimiento interior era él. Mi ego, a quién yo había dejado acomodar en una posición dominante. 

¿EGO DOMINANTE?

Mi interpretación del ego, hasta hace poco, ha estado asociada a la figura del “ganador” – según la construcción social de éste concepto-. Muchas veces “el ganador” permite que su ego le domine.

Nunca me he sentido ganadora  pero sí que he permitido a mi ego dominar la situación. Cada vez que escuchaba la máxima budista sobre lo felices que seríamos todos sin ego, yo me aferraba firmemente a mi creencia de: “mi ego es muy pequeño, seguro que esto no se refiere a mi”. Gracioso ¿verdad? Mi idea del ego sólo incluía a los grandes egos.

GANADOR CON BURBUJAS

Pero esas personas además de dejar que su ego les domine también sufren de unas burbujas mentales enormes que les obstaculiza la visión. Igual que yo. Pero de otra forma.

Los que por un motivo u otro no encajamos del todo dentro de la definición social de “triunfador(a)”  también caemos en el grave error de permitir que el ego nos domine. Dependiendo de como sean nuestras burbujas mentales. Pero cada experiencia es diferente. Cada caso en particular es distinto al otro. He llegado a la conclusión de que sea cual sea el lugar social en que te posiciones, en virtud de esa definición social de “triunfador(a)”, el ego no te sirve para nada. Al contrario, te obstaculiza. Es el ego el que te hace sentir miedo a tomar riesgos. Si no escucho a mi ego, sigo mi camino sin miedo y las probabilidades de conseguir mi objetivo aumentan.

CONCEPTO EQUIVOCADO

Leyendo el libro de Matthieu Ricard sobre el camino a la felicidad, me encuentro con lo siguiente: “Los psicópatas, que son incapaces de sentir empatía por otro ser y no sufren de remordimientos por el dolor que infligen a otros seres, son también ego-supremacistas.” [3] Me pregunto si el concepto de triunfador(a) que se ha construido socialmente no tiene en realidad más que ver con la figura del psicópata ego-supremacista que con la figura del héroe.

Notas

[1] Matthieu Ricard, En defensa de la felicidad (Barcelona: Ediciones URANO, S.A, 2005)

[2] Mi maestro en el zendo de Amsterdan. Zen.nl.

[3] Matthieu Ricard, En defensa de la felicidad (Barcelona: Ediciones URANO, S.A, 2005)

Próxima semana: ¿Qué es Zen?

CUERPO Y MENTE

Japón, siglo XIII: «Con ésto y aquello remendé el balde, pero el fondo cedió y el agua se perdió. Donde agua no queda, la luna no llega.» Reflexión de Merle Kodo Boyd[1]:»(…) Sentí el agotamiento de tantos años de vigilancia, todo mi esfuerzo por proteger la idea de mí misma. Sentí el agotamiento de ser yo mi propio obstáculo.»[2]

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Cuando Arthur empezó a hablar sobre la conexión cuerpo y mente, sus palabras no me resultaron desconocidas. No sólo yo ya había leído sobre la relación entre el cuerpo y la mente, sino además tenía mi propia experiencia de lo que “somatizar” significa. Que el cuerpo reacciona al dictado de la mente y viceversa es algo que yo ya tenía claro. Menos claro me era la posibilidad de preparar tu mente de forma preventiva,  para que ambos, cuerpo y mente funcionen al unísono como en una sinfonía. En buena armonía, sin desacordes.

Hace algunos años empecé a sufrir dolor de espalda. Espantosos dolores. Eran tan fuertes que me cortaban la respiración. Había periodos en los que no podía ni andar. Cualquier movimiento suponía una punzada de dolor. La zona lumbar de mi columna vertebral estaba absolutamente rígida. De una rigidez helada, como la sensación de hielo en la médula espinal. Eran punzadas de dolor interno, como una aguja finísima clavada a lo largo de la columna. Durante muchos años padecí estos dolores, acompañados de insomnio y de una casi total inmobilidad.

Unos meses antes de que empezaran estos dolores de espalda, había tenido un accidente de tráfico y me había caído varias veces patinando. Pensé que esos accidentes eran la causa de mi estado. En muchas ocasiones el sentido común no tiene mucho sentido. Ésta fue una de esas ocasiones. Ni el sentido común ni los especialistas a los que acudí supieron dar con el origen de mis dolores y semi minusvalia. Tampoco dieron con la solución. Un traumatólogo quería operarme de hernia discal, otro quería tratarme una osteoporosis inexistente.

Viviendo ya en los Países Bajos, consulté también a varios doctores que tampoco supieron dar con la solución. Al final una doctora en reumatología, en Amsterdam, me dió el diagnóstico más acertado: “Usted no tiene nada en la columna. No puedo decirle con seguridad a que se deben esos dolores, lo que sí le puedo asegurar es que no se deben solamente a un factor, sino a varios: una luxación de cadera congénita, una desviación de la pelvis hacia delante –posiblemente a raíz de las caídas patinando-, su estado anímico, posiblemente su estress que le impide relajar los músculos.

Esta doctora no me receto nada. Cero medicinas –podía tomar ibuprofeno y paracetamol de vez en cuando-. Lo que me aconsejó fue llevar una vida equilibrada alternando el ejercicio con el reposo y no permaneciendo sentada durante mucho tiempo seguido. A parte de seguir sus consejos, me puse en manos de un quiropracta y de un psicólogo. Al cabo de cierto tiempo deje a ambos y seguí yo sola con ejercicios de yoga-pilates y con meditación. Hace ya más de seis años que no me duele la espalda, sólo muy de tarde en tarde noto un leve remusgo de dolor que no es comparable con los padecimientos de aquel entonces.

Cuando Arthur, durante las clases en el zendo de Amsterdam, nos recuerda lo importante que es cuidar nuestra mente y nuestro cuerpo. Mi pensamiento se traslada a aquellos años de padecimiento. El cuerpo es reflejo de la mente. La mente sigue al cuerpo. He aprendido que cuando sonrio mi mente entra automáticamente en un estado más alegre[3]. He aprendido a cuidar mi mente de la misma manera que cuido mi cuerpo.

Próxima semana: Perdiendo ego.

Notas

[1] Merle Kodo Boyd, primera mujer afro-americana que ha recibido la transmisión del Dharma en el budismo Zen.

[2] Florence Caplow & Susan Moon, The Hidden Lamp. (Boston: Wisdom Publications, 2013). (Traducción libre.)

[3] En 1999, Daniel Nettle (psicólogo conductista) demostró científicamente lo que la sabiduría Zen ya conocía desde hace varios siglos: cuando sonreímos nos sentimos más felices.

Proyección y percepción selectiva

Matthieu Ricard[1]: “Aunque hayamos nacido con una cierta predisposición a buscar lo positivo (o negativo) e incluso a pesar de la influencia de los que intentan forzar nuestra perspectiva a un lado u otro, nuestra interpretación del mundo puede cambiar considerablemente porque nuestra mente es flexible”.

Muchas teorías defienden que los humanos percibimos el mundo no como es en realidad sino más bien como nosotros somos. Es el fenómeno de la proyección. Nos proyectamos a nosotros mismos en lo que percibimos del mundo. Nuestra percepción además está influenciada por multiples factores: biológicos, culturales, educativos, psicológicos… Y por supuesto a mayor número de burbujas, mayor es nuestra proyección. En otras palabras: menor es nuestra capacidad para ser “objetivos”.

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Muchas disciplinas analizan la “objetividad”. Kant ya apuntaba en su Critica a la razón pura[2], sus argumentos por los cuales en realidad al ser humano le es imposible conocer el mundo tal y como es “objetivamente”. En la práctica del Zen hablamos de proyección cuando asociamos las características de nuestras burbujas al mundo exterior con el que nos relacionamos. No vemos el mundo, vemos nuestras burbujas.

Reconocer cuando estamos proyectando es aprender a conocerse uno mismo. Nuestras ideas sobre el mundo informan mucho más sobre nosotros mismos que sobre el mundo en sí. Arthur, mi maestro, nos puso un ejemplo clarísimo durante las clases de Zen. El ejemplo de la taza de té.

En el centro del zendo situó una bandeja con seis tazas de té vacias. Cada taza era completamente diferente en forma, color, materia y tamaño. Nosotros teníamos que observar las tazas durante unos instantes y después decir cual nos parecia la más bonita y por qué y cual nos parecia la más fea y por qué. Los resultados fueron como una revelación. La taza que a mi más me gustaba era precisamente la que a muchos de mis compañeros les parecía la más fea y viceversa, la que a mi me parecía más fea a ellos les encantaba.

A medida que profundizo en la meditación y en las enseñanzas del Zen descubro más indicios de mis burbujas en mi interpretación de lo que me rodea. Reacciones de amigos. Mis propias reacciones, mis emociones…

No hace mucho tiempo, una antropóloga profesora de la Universidad de Leiden (Países Bajos) con muchos años de investigación científica a sus espaldas, me comentaba: “el científico, igual que cualquier otro ser humano, necesita ser crítico consigo mismo y humilde, si quiere que su trabajo sea de verdadero valor científico”. Ser crítico y humilde conlleva un acercamiento a la verdad objetiva. De esta forma revisamos también nuestras burbujas y aprendemos a ver las cosas como son. En otras palabras: a la verdad se llega por la humildad.

Por otra parte podemos aprender a dirigir nuestra mente hacia una preselección de lo que queremos percibir. La PERCEPCIÓN SELECTIVA hace que veamos unas cosas antes que otras. Esto funciona positivamente pero también negativamente por que el exceso de burbujas provoca automáticamente una percepción extremadamente selectiva. Las casualidades no existen, la percepción selectiva sí.

Meditar implica tener disciplina, pero una de las ventajas de la meditación Zen es que te puedes saltar las reglas. Con esto quiero decir que lo importante es sentarse a meditar o al menos tener la intención, aunque no se consiga permanecer por más de tres minutos. La intención es tan importante como la constancia. Con el tiempo el ritual de la meditación formará parte de tu vida diaria, los beneficios serán cada vez más notables y el trabajo será menos duro.

Al menos esto es lo que me está pasando a mi.

Próxima semana: Cuerpo y mente.

[1] Matthieu Ricard, En defensa de la felicidad (Barcelona: Ediciones URANO, S.A, 2005)

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Cr%C3%ADtica_de_la_raz%C3%B3n_pura

Burbujas y puntos

¿Cómo pensamos? He leído que es un proceso complejo. Nuestra mente crea módulos donde se almacenan cosas. Observaciones. Lo que aprendemos. Lo que vivimos. Nuestra mente está fragmentada y estratificada. Dividida en módulos, que diría Jerry A. Fodor[1], o en esquemas que diría Jeffrey E. Young[2]. Las clases de zen a las que asisto en Amsterdam abordan este tema[3]: las diversas capas o estratos de la mente donde almacenamos lo que observamos, percibimos, aprendemos, sentimos.

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Sabemos que para asimilar mentalmente algo primero es preciso procesarlo (digerirlo). Es necesario digerir bien las experiencias vividas, de lo contrario se van acumulando en las capas o estratos inferiores de la mente y a la larga nos intoxicarán. Los estratos superiores se alimentan de los inferiores, si éstos son tóxicos los estratos superiores también lo serán. A menor número de experiencias sin procesar, menor también es la posibilidad de intoxicar nuestro proceso de transformación mental. El resultado: pensamientos más claros y acciones más acertadas.

Nuestra mente está capacitada para almacenar datos en la memoria y en el subconsciente. El maestro de Zen Rients Ritskes denomina esos datos BURBUJAS y PUNTOS:

1– BURBUJAS: datos almacenados sin procesar.

2– PUNTOS: datos almacenados ya procesados (se ha extraído toda la información necesaria y se ha llegado a una conclusión satisfactoria).

Las burbujas y los puntos representan una gran variedad de tipos de datos. Pueden referirse a nuestros deseos y pasiones, las cuales en Zen no se consideran ni malas ni buenas, sino que se analizan desde el punto de vista de su oportunidad o su idoneidad según obstaculicen o no la realización de nuestros objetivos.

Las burbujas también pueden estar relacionadas con obsesiones y experiencias traumáticas, aunque no necesariamente. Ese tipo de experiencias forman unas burbujas de gran tamaño.

Ni que decir tiene que una super abundancia de burbujas o que éstas sean muy grandes dificultan la meditación. Mis burbujas, por ejemplo, están formadas por experiencias traumáticas pequeñas y grandes, que se fueron acumulando desde mi niñez. Mis burbujas son enormes y me distraen mucho durante la meditación. Esta circunstancia me ha hecho reflexionar sobre por qué me cuesta tanto tiempo conseguir realizar mis objetivos. Evidentemente existe una conexión: burbujas, distracción, retraso en la consecución de un propósito.

La primera vez que fui consciente de mis burbujas al meditar, fue un día en el zendo durante la meditación en grupo. Las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos y se convirtieron en un llanto con hipo imparable. En esas condiciones no pude seguir sentada “observando” lo que me estaba pasando. Me levanté y salí del zendo. Me dirigí al lavabo y allí me dejé  llorar libremente. Una explosión de llanto en soledad que desde luego no pasó desapercibida al maestro, Arthur, que lleno de compasión salió del zendo para ver que me pasaba. Me asusté y sentí verguenza ¿quién era yo para perturbar aquellos valiosos momentos de meditación? hubiese querido salir corriendo, pero me quedé allí buscando las palabras en mi mente que pudieran explicar mi reacción. Mi ofuscación mental era absoluta. Sentí mareo e incluso náuseas. Arthur no quería dejarme ir a casa sola pero en unos minutos me empecé a sentir mejor.

Esa fue la primera experiencia de una enorme burbuja obstaculizando literalmente mi objetivo presente, practicar la meditación. Posteriormente he tenido otras experiencias de burbujas que me han hecho sentir dolor y reaccionar con lágrimas, por suerte no han sido tan excesivas como esa primera experiencia. Supongo que voy aprendiendo.

Próxima semana: Proyección y percepción selectiva.

NOTAS

[1] Jerry A. Fodor, The Modularity of Mind. Bradford Books (Massachusetts: The MIT Press, 1983).

[2] Jeffrey E. Young & Janet S. Klosko, Reinventing your Life ( New York: Penguin Group, 1993 ).

[3] Es el punto de partido de los libros de Rients Ritskes: http://www.zen.nl.

PENSAR LO QUE QUEREMOS PENSAR

Mediante la práctica de Zen puedes aprender a pensar lo que quieres pensar. Ese es el primer paso para poder hacer lo que quieres hacer, sentir lo que quieres sentir y en definitiva vivir como quieres vivir.

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¿Qué nos impide pensar lo que queremos pensar? ¿ factores externos, circunstacias a nuestro alrededor o asuntos íntimos? Cuando nos distraemos le echamos la culpa a factores externos o buscamos excusas relacionadas con algún asunto íntimo sin resolver ( problema personal, trastorno psicológico, reacción emocional ). Sin embargo, somos nosotras mismas las que permitimos que esos factores nos distraigan. No nos damos cuenta, pero está en nuestras manos no permitir que nada nos distraiga.

El Zen enseña a prestar la máxima atención posible a lo que haces en un momento dado. Cuando realizamos varias tareas a la vez, lo más probable es que no prestemos esa máxima atención a ninguna de ellas. El resultado será mediocre. Lo que en un principio pudiera parecer eficacia, al realizar un ‘multitasking’, en realidad no lo es. Los momentos que dedicas a una tarea en individual son los que te proporcionan una mayor satisfacción.

Desde que nacemos, la mayoría aprende a pensar de forma REACTIVA. Nuestra mente reacciona a un estímulo, casi como si se tratase del perro de Pavlov[2]. Pero también podemos pensar de manera PROACTIVA, aunque no estemos acostumbrados a hacerlo.

Pensar proactivamente significa tomar una decisión, actuar conscientemente en acorde y no abandonar esa decisión consciente sean cuales sean las circunstancias del momento. Pensar de forma proactiva significa por ejemplo, decidir que vas a meditar veinte minutos hoy y consecuentemente hacerlo. Es decir, se requiere fuerza de voluntad y comprometerte contigo misma a hacer algo. Sin embargo, permanecer con toda tu atención concentrada en aquello que has decidido, es un reto y un arte. La meditación te ayuda a perfeccionar este arte.

Meditar no significa dejar la mente en blanco. Descubrirás que meditar es un ejercicio de contínuo intercambio entre dos estados: concentración y distracción.

Quien acumula experiencias y emociones sin procesar (ya sean negativas o positivas) deja la puerta abierta al insomnio, la dificultad para la concentración y si las experiencias sin procesar se acumulan puede surgir algún trastorno mental serio. En este sentido, la meditación es un medio al alcanze de todos para evitar problemas mentales.

Próxima semana:  burbujas y puntos

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Iv%C3%A1n_P%C3%A1vlov

Focalización liberadora

En el curso de Zen he aprendido a llamar focalización liberadora al proceso mediante el cual puedes conseguir que tu mente se concentre en un objetivo concreto, siendo tu completamente inconsciente de ello. Sencillo no es, pero no es imposible. Todos somos capaces de lograrlo. De hecho seguro que alguna vez te has dado cuenta de que te sucede una “casualidad”. Eso que llamamos casualidad puede ser la expresión material de nuestra focalización liberadora.

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¿Cómo podemos tener esas “casualidades” bajo control? Este es el arte de la focalización liberadora que para ponerlo en práctica te resultará más claro si ves las tres etapas del proceso.

Primera etapa. Se trata de descubrir  cuál es tu objetivo primordial y formularlo claramente. Por ejemplo:  tener más confianza en mí misma.

Segunda etapa. Interiorización de ese objetivo. Para interiorizar tu objetivo debes trabajar seriamente en ello, es decir, tienes que dedicarle tiempo cada día a pensar en ese objetivo. Cuando te sientes a meditar, ten ese objetivo en tu mente. Después de un tiempo no te costará ningún esfuerzo formularlo o pensar en él, ya que lo habrás interiorizado y estará almacenado en tu subconsciente.

Tercera etapa. Olvídate de ese objetivo de forma consciente y permite actuar a tu subconsciente. Es decir, ha llegado el momento de dejar de pensar continuamente en ese objetivo.

Las dos primeras etapas son las que te van a exigir más dedicación. No es fácil descubrir cual es tu objetivo primordial ya que normalmente tenemos una lista infinita de objetivos y deseos. Sin embargo, sólo uno de esos objetivos es el más importante, digamos que sólo uno es el objetivo “esencial” o básico. Lo sabes reconocer porque otros deseos u objetivos son imposible de conseguir sin este primer objetivo, luego, inmediatamente esos objetivos o deseos pasan a ser secundarios.

Por lo tanto, es muy importante que tengas bien claro ese objetivo y que pienses en él cada día hasta que lo hayas interiorizado. Esta interiorización, en realidad no es nada complicada. De hecho todos interiorizamos un montón de cosas sin darnos cuenta. Interiorizar algo significa que tu mente ha incorporado algo, ajeno a ti misma, a tu propia manera de ser y de pensar.

Una vez hayas interiorizado tu objetivo, no necesitas pensar más en él. Tu subconsciente empezará a actuar y las llamadas “casualidades” que dirigirán tus pasos al logro de ese objetivo, se sucederán una tras otra.

Ten paciencia y practica cada día.

Próxima semana: Pensar lo que queremos pensar.